Emilita Dago, embustera.

En 1964, mientras hacía escala en un viaje hacia Maracaibo,  Emilita Dago, integrante de la Orquesta Los Melódicos, sufrió un accidente automovilístico y en nuestra ciudad fue atendida por los galenos locales. Como las heridas fueron muy leves ya al día siguiente la cantante cubana pudo salir a la calle. Ya había pasado la época dorada de Emilita con Los Melódicos. En nuestra ciudad no faltó alguien quien, para agradarla,  la invitara a degustar lo mejor que podemos ofrecer los caroreños: la gastronomía local.
    
     La cantante  que llegó a Venezuela después del triunfo de los barbudos de Sierra Maestra,  fue invitada  por los gentleman caroreños a almorzar. Como era de esperarse la llevaron, según Tata Taco Castillo, al restaurante de Don Adeliz Sisirucá, en Las Palmitas,  y si bien es cierto que allí había unos pocos platos preparados en base a la carne de chivo, Emilita Dago no comió nada de chivo. Taco Taco, cuando narra este acontecimiento hace énfasis: “… tu que escribis…ese día el que pagó la cuenta fui yo. Recuerdo Bs 80. Y no revelemos los nombres de los acompañantes locales para que no se riegue la fama de chucos y atenios.

       No debieron ser más de dos los restaurantes que en Carora  visitó  la  cantante estrella de “la orquesta que impone el ritmo en Venezuela”. Seguramente le mal informaron  que aquí toda  nuestra gastronomía giraba en trono a la carne del chivo. Refiriéndose a este punto, señala Don Gerardo Castillo Riera, ahora experto en comida, “nada más alejado de la realidad sostener que en Carora se come chivo”.

   Para 1964, Emilita Dago era archiconocida en Venezuela por llevar ya cuatro años cantando con la orquesta Los Melódicos. Empezó a cantar con dicha agrupación musical  a comienzos de 1960 y desde esa época  se dio  a conocer  con el Sucu Sucu, El Hombre y el automóvil, Sube y Baja, Así Soy Yo, entre otros temas que sonaron hasta el hastío en las radioemisoras nacionales.  Algunos “viejitos”  recuerdan  El Guapetón, La Tómbola, La Vida es Chiquitica, Yo no me caso, Que Gente averiguá, Negro no te vayas, Pensar Mal, Por un Maní, La Cañada, etc.

     Del accidente visita de Emilita  Dago a nuestra ciudad, surgió el motivo para que se compusiera una pegajosa canción  que Los Melódicos bautizaron “Menú de Chivo”.  Oficialmente, esto es según la carátula del Long Play de la época, 1965, su autor es  Stelio Bosh Cabruja, pero los caroreños  sostienen que la compuso Renato Capriles.  Menú de Chivo está incluida en el LP “Aquí está Emilita con Los Melódicos” el cual salió al mercado cuando ya la cantante se había separado formalmente de Los Melódicos aunque mantenía amistad con los integrantes individualmente,  en virtud de ser la co-animadora del Programa “Compre la Orquesta” por Radio Caracas.  Ya estaba comprometida con el luchador de Lucha Libre, Lin Sun, también conocido como Mister Chile.

        “Menú de Chivo” hace referencia a un señor, Manolo (Monterrey?) que llega a un restaurante en Carora y al preguntar “que tiene para comer que traigo una hambre del Demonio”; y su interlocutora, la dependiente del negocio le responde: “Caldo de chivo, Sopa de chivo, Bistec de chivo, Frito de chivo, Asado de chivo,  Lengua de chivo, Fríjol con  chivo, Arroz con Chivo…” Que otra cosa tiene señora que ya me tiene encabritado” “Plátano con Chivo,  Chivato en Yuca, Chivato en papa,  Chivato en Coco,  Chivato al horno, chivo  en mondongo,  Chivo a la menestra. La canción, un merengue,  tiene un ritmo bastante pegajoso y finalizando se escucha una voz varonil (la de A. R. Deffit) que  inquiere en tono molesto “Señora y que otra cosa tiene” y se escucha la voz inconfundible de la cubana: “Leche de chiva y queso de chivo…  meee”.

     Hasta aquí el cuento va  muy apegado al rigor histórico como le gusta a los analistas caroreños, pero lo bueno de la crónica es la indescriptible arrechera que agarra nuestro amigo Frank Pérez cuando escucha Menú de Chivo. Frank agarra una arrechera de Sierralta. Y es que el por sangre es un Sierralta. Le pregunta Frank a uno “Tu la has escuchado; la canción de Los Melódicos que habla de la comida del Chivo?” y continúa: “a coña embustera esa Emilita  Dago que donde a todos los lados que iba le ofrecían solo chivo. ¿Qué restaurant sería ese donde sólo vendían chivo? Como si en Carora fuera tan fácil conseguir chivo. Dígame; las bolas que uno tiene que jalar pa conseguí un quesito de cabra y ella consiguió hasta conservas de leche de cabra que es mas arrecho encontrar por estos lados”. No va a ser embuste esa vaina. Pero una cosa es leer esta crónica en el frío papel y otra cosa es escuchar  el tono que le pone Fran Pérez al  comentario.

El Hombre que encarecía el amor

La explotación del petróleo vino a transformar la vida  del país y a trastocar hasta las fibras morales de la nación venezolana. Los que de alguna manera  se favorecieron con el negocio petrolero pudieron mejorar sus condiciones de vida y  a quienes por el contrario no los chispió la bonanza petrolera siguieron viviendo como el la Venezuela, salvaje, agraria y miserable que muy bien describe Rómulo Gallegas en sus novelas.

      Muchos fueron los torrenses que emigraron al vecino estado Zulia, huyendo de la miseria local, en busca de mejores condiciones de vida. Emiliano Montero fue un caballero de Pie de Cuesta que se fue a trabajar a Mene Grande. Allí logró engancharse en la Shell para la cual trabajó como encuellador. Ganaba, para los años 40,  la bicoca de Bs. 340,oo mensuales. Una platá si se se toma en cuenta que el sueldo de un maestro de escuela era de Bs. 72,00 mensual.

     Emiliano Montero nació fullero y en el Zulia se le acentuó su gusto por las cosas buenas y caras. Pero lo que aquí queremos resaltar  era lo que acontecía  cuando este caballero, de visita, llegaba a Pie de Cuesta en vacaciones. Llegaba  con plata en el bolsillo y ostentando los coroticos que mostraban su prosperidad.

  La llegada de Emiliano, además de muy anunciada por sus familiares, era esperada  por muchos con agrado y por algunos otros caballeros con muy poco agrado y simpatía. Su llegada al pueblo causaba casi el mismo furor que la visitas del obispo. Este apuesto caballero aparecía vestido con paltó oscuro de gabardina Western de Raymond, camisa blanca almidonada, bufanda al cuello, lente anti-sol Ray Band, calzaba zapatos de dos tonos al estilo Jonnhy Pacheco, lucía diente de oro al estilo Ramonzote Pernalete; se bañaba con colonia Jean Marie Farina. Y lo más impactante de todo esa parafernalia de la fuyería era su cámara Kodak  que le colgaba del cogote. Imagínese Usted amigo lector lo impactante que debió ser retratarse en Pie de Cuesta en 1940.   Con esa pinta – dice Frank Montes- no había mujer en todo el Municipio Manuel Morillo que se le resistiera a Emiliano Montero. Tanto su porte exterior  como su psicología era la de un dandy americano.  En las fiestas del pueblo era donde Emiliano se sentía a sus anchas. Aquel hombre que parecía ser Mauricio Babilonia causaba todo un furor al bailar con su paso La Tijereta o bailando Juancito Trucupei.

     Un buen día de diciembre se supo en Pie de Cuesta que aquel ostentoso y pantagruélico caballero había introducido un elemento de perturbación en el mercado amoroso del pueblo. Con él al amor y el sexo se encarecieron. Las  muchachas decentes del pueblo, soñando con Emiliano, se hacían las duras con los galanes locales, con los mal pagados maestros de escuelas (y sin IPASME)  que ya eran los galanes del pueblo. Entre las mujeres de la vida alegre, hoy llamadas prepago, era donde se producía el mayor impacto alcista. Montero, acostumbrado a los altos precios del sexo petrolero de los night clubes,  les pagaba el triple por servicios sexuales o tiraita.  En Pie de Cuesta para aquella época las mujeres de la vida fácil cobraban Bs. 5,00 por polvo y Montero las pagaba 20 o 25 bolívares. De manera pues que cuando un piedecuesteño solicitaba los servicios de esas mujeres se encontraba con una tarifa incrementada en un 300 por ciento.  “Eso es lo que me da Emiliano” era la repuesta que se conseguía con el revire de tal alto precio.  ¡ y ¿cómo competía un maestro mal pagado y sin IPAS con los precios petrolero de Emiliano?

      De entre tantas mujeres alegres que sirvieron a Emiliano algunas fueron bautizadas por él con nombres del argot petrolero: “La Gabarra”, La 7 tuercas. “y cómo sería esa que llamaban La Chupadora” se pregunta Frank Egidio Montes, gran admirador de nuestro personaje. 

       Como todo trabajador petrolero, Emiliano Montero aprendió a jugar béisbol. Dicen que no era muy bueno en eso. Para embasarse recurría a la táctica de dejarse golpear con la bola en el codo para lo cual tenía un curioso swing.   Con el tiempo, un poco ya viejo, Emiliano regreso a vivir a Pie de Cuesta. Traía consigo algunos ahorros y el arreglo de la Shell. Lo empezaron a llamar Don Emi  como muestra de consideración y respeto.  Compró una hacienda con el rimbombante nombre de El Chimborazo, y  montó un botiquín muy famoso “Villa Carmen  y como todo campesino rico y platudo se  inscribió en COPIE  donde gozó de la estima de los dirigentes regionales. Algunos viejos aún le recuerdan con su cabellera rejuvenecida con tricófero de Barry comprado en los comisariatos de las petroleras. Hasta sus años postreros Emiliano Montero se distinguió por su educación y su buen vestir. Murió a mediados de 1996; debió haber nacido en 1913.