TODO POR UN LETRERO

En  1955, en Carora, tuvo lugar una querella entre  dos caballeros  muy distinguidos en la sociedad torrense de entonces donde al final nadie resultó ser perdedor. Sus protagonistas: Don Félix Mariano Zubillaga Perera, muy respetado por todo lo que significaba vivir en una de las casas sagradas ubicadas torno a la plaza Bolívar y el Capitán  tachirense  Tulio de Jesús Chacón Mejías, Jefe de la Seccional de la temible Seguridad Nacional durante la dictadura del General Marcos E. Pérez Jiménez.

Félix Mariano Zubillaga nació en Carora el 16 de mayo de 1889. Desde muy temprana edad se dedicó a la actividad comercial que luego conjugó con la industrial y la  agricultura. Ya a la edad de 15 años lo vemos empleado en la prestigiosa fábrica de sombreros de pajilla de Don Ángel Montañéz donde llegó a ser agente viajero y finalmente copropietario,  en sociedad con los hermanos Pérez Alvarado, de la misma. Como Agente viajero recorrió los Andes y los Llanos venezolanos y todos los rincones del país que penetraba el Ferrocarril Bolívar. En 1930, al deshacerse la sociedad comercial se dedica  al comercio de mercancía y  al cultivo de café y funda, en Jabón,  la Casa de Comercio La Verdad. En El Fraile, su hacienda, experimentó con la modalidad de Café Lavado el cual rendía mayores beneficios. Gracias al boom cafetero de la posguerra, logró algunos ahorros y emprendió un largo viaje a Europa del cual existe un librito (muy difícil de conseguir) que publicó la Alcaldía. 

En 1955, el capitán Chacón, amo político del Distrito Torres,  se encontraba en Jabón. Allí visitó La  Verdad y se sorprendió al ver un atrevido  y ofensivo (para el Gobierno, desde luego)  y vistoso letrero que decía. “NI QUE VENGA EL PAPA DE ROMA, SE LE FIA A LOS FUNCIONARIOS DEL GOBIERNO”. Aquello desató la ira del jefe de los esbirros de la SN local y a la vez que ordenaba quitarlo, preguntaba por la razón y autoría del mismo; a lo que el encargado del negocio el Sr. Sixto Sarmiento, le respondió “órdenes del dueño: Félix Mariano Zubillaga. “Y donde está”, siguió preguntando enfurecido el policía. “En Carora, vecino de Usted frente a la Plaza Bolívar, en Carora…”  Al día siguiente Zubillaga Perera es citado a la Sede de la SN en la calle Comercio. El Capitán que no andaba con rodeos le inquirió a Zubillaga: “porqué Ud. No le fía a la gente del Gobierno” y su interlocutor sin titubear respondió: “por la pendejerita de  que no pagan”. “Quienes no pagan…El gobierno manda un maestro, los médicos, los policías, los jefes civiles, los empleados de los ministerio, les fío y cuando los cambian  se van con la cabuya en la pata”. El militar al oír esa repuesta despidió a Zubillaga con un seco y burocrático “hasta luego”. Pero tres días después buscó al propietario de La Verdad  y le entregó 376 bolívares con un real. ¡Una platáa para la época¡ Como el mensajero de García había hecho su trabajo para defender el honor y la reputación del Gobierno.
Y es que aquel “chácharo” perejimenista mal encarado, creído, chaporrito y de tez morena que los más antiguo lo recuerdan además por tener una esposa muy “buena moza” esa también un hombre honorable. ¿O es que acaso no eran honorables los asesinos de Julio César o los asesinos de Anastasio Somoza?
 Después de que se cancelara la deuda, Zubillaga quitó el letrero y sólo le fiaba mercancías al maestro y al médico de turno. Y es que la sangre obliga¡ como solían decir los nobles europeos. Perteneció Don Félix Mariano a esa estirpe que ha favorecido la salud y la cultura y en cierta forma dar fiado al médico y al maestro de Jabón era una manera de contribuir a la salud y a la educación de ese generoso pueblo. Ya bien lo refirió un polémico historiador caroreño al anotar que mientras los Herrera andaban comerciando, los Riera y Oropeza poniendo cercando tierras; los Zubillaga estaban leyendo un libro  o rezando.

Algunos viejos caroreños afirman que el capitán Chacón  era muy buena paga; otros, en cambio, como Don Gerardo Meléndez y Alexis  Riera, sostienen que vivían mudándose de casa en casa porque no le gustaba pagar los alquileres. Cierto es que frente al propietario de La Verdad, Chacón, como Escipión en Cartago,  salvó el honor del Gobierno de Pérez Jiménez (o al menos así lo creyó él).
Siempre ha habido hombres valientes, sin  miedo a las armas ni a los gendarmes como Don Félix Mariano Zubillaga Perera y como Don Bernabé González. ¿Tuvieron miedo acaso el Negro Miguel de Buría, Andresote, Lope de Aguirre, el Marañón; Manuel Gual y José María España o los próceres de la independencia?

Cuando cayó la dictadura, el odiado capitán Chacón debió ser sacado  clandestinamente por Don Carlos Herrera en un acto de compasión, pues ya Lange Meléndez  había dado la orden de capturarlo a los partisanos del Torrellas. Salió de Carora en un vehículo conducido por Sulpicio García y secundado por Maceo Suárez. De él no tenemos casi información. En Carora solo respetaba y admiraba al Doctor Ambrosio Oropeza a quien a cada rato le decía que sus amigos adecos “perseguidos” andaban escondidos porque querían; que no había tal orden de apresarlos por la SN.Le gustaba mucho esa vaina tan maluca que llaman conflei” recuerda un amigo que lo “conoció”. Julio Chacón Mejias debió morir como un miserable porque aquí todo se paga dice Alexis Riera, el cantor de La Esperanza; y remata: “porque ala conciencia es como un letrero que le recuerda  las vainas malas”.

Don Félix Mariano murió un sábado 16 de mayo de 1959, a la edad de 70 años. En la edición de El Diario de Don Antonio donde se da la noticia de su deceso se puede leer:”…entregado afanosamente a las labores del trabajo con la dedicación y la honradez que no admite parangón en este medio”.   Don Félix Mariano fue un Zubillaga.

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