Desde los años fundacionales de Carora sus habitantes han adorado a la Virgen del Rosario. Esa adoración tenía un carácter instrumental desde el punto de vista religioso y existencial; pues es precisamente en esta advocación de la Virgen María que la Madre de Dios intercede en el largo y complicado proceso de sacar las ánimas del Purgatorio para que puedan ir derechito al Cielo, al Paraíso, tal como lo postulan la teología y la escatología católica.
Desde la burocratización del Cristianismo, con la conversión de Constantino y los concilios ecuménicos, entre otras cosas, se reglamentó el trajín de la vida de los muertos. En ese orden de ideas hubo la necesidad que desde aquí en la tierra sacerdotes y rezanderos tramiten y diligencien las credenciales espirituales de Alma limpia de los difuntos para poder sentarse a la derecha del Padre y gozar de la vida eterna.
En la segundad mitad del siglo XX, en nuestra ciudad no hubo cristiano alguno que limpiara de pecados e impurezas más almas de muertos caroreños que Venancio Pacheco, recordado aún hoy por las personas que rondan o superar el medio siglo de edad. Y si los miembros de la Corte celestial tienen sentido del humor, el trabajo espiritual de Pacheco debió ser más efectivo, pues él rezaba con gracia y con una pizca de humor. Venancio se caracterizó por despojar a los novenarios de su carácter tedioso, tétrico y aburrido que les impregnó la liturgia medieval.
Venancio Pacheco debió haber nacido a finales de la primera década del decimonónico. Desde joven se dedicó al arte de la sastrería donde adquirió fama de buen sastre. Algunos le recuerdan como pelotero y como manager de algún equipo de beisbol. La imagen que los caroreños conservamos de él es la de un hombre delgado, alto, de recia voz, con mirada de ojos caídos y siempre vistiendo pantalón y camisa de impecable kaki. A los rezos de novenario se presentaba vistiendo un paltó.
A Venancio Pacheco los caroreños lo recuerdan aún por su humor en los novenarios y por la memoria casi fotográfica que tenía de las tumbas y mausoleos del cementerio municipal de El Torrellas. Tenía un registro memorístico envidiable de un alto porcentaje de los difuntos enterrados en aquel camposanto hoy inhabilitado. Hoy en día esa facultad extrañamente la conserva Tomas Álvarez, el guardián de los muertos. El Día de los Muertos, los servicios resanderiles de Pacheco eran altamente solicitados por los deudos porque él, a diferencia de los rezanderos modernos (O. Crespo, Pastora S. o Pinnita) rezaba completo, sin mochar, sin resumir las plegarias. Rosa Crespo, la condiscípula de Venancio Pacheco, cuando escucha rezar a un rezandero de El Torrellas, exclama como quejándose: ¡Ah mundo Pacheco, ese si sabía rezar, esto de ahora rezan macheteao…!
Pero Venancio Pacheco no sólo sabía rezar completo sino que rezaba con un poco de humor sin que el acto perdiera la solemnidad inherente a la muerte. Por ejemplo, a veces, comenzando el rezo Pacheco podía preguntar “¿de qué murió el difunto? A la repuesta “le dieron un tiro”- “Entonces hay que rezarle bastante…” puntualizaba el rezandero. Cuando el rezo se prolongaba hasta altas horas de la noche Pacheco, en pleno rosario intercalaba una oración o frase descontextualizada: “Padre nuestro que estas en el cielo… por caridad vayan preparando el sancocho…”. “Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros… traigan aguardiente pal que está rezando… y si su solicitud no era atendida agregaba casi amenazando “una copita sino tumbo este muerto…”
En la última etapa de su vida, a Venancio Pacheco se le veía con frecuencia en el cementerio rezando sobre alguna tumba de un difunto penitente o caminando por las principales calles, manoseando un rosario; siempre vestido de Kaki. Octagenario abandonó este mundo en un triste día de 1991.
Así como el mitológico Caronte de los griegos trasladaba las ánimas de los muertos a la orilla de la Laguna Estigia ; el caroreño Venancio Pacheco por medio de sus plegarias y rezos cargados de humor, llevaba las ánimas penitentes del Purgatorio hasta el Paraíso celestial. Venancio Pacheco fue un salvador de almas… ¡Que Dios lo tenga en la Gloria …¡
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