Los Nipleros de la Guerrilla en Carora.

  En los años sesenta y setenta; cuando los comunistas eran guapos de verdad, verdad; Venezuela fue escenario de la  lucha guerrillera que el Frente de Liberación Nacional llevó a cabo con el fin de derrocar a la Democracia Burguesa. Transcurrían los años de efervescencia revolucionaria. Dos visiones del mundo se disputaban  espacios geográficos e ideológicos a nivel planetario. En Venezuela particularmente cada guerrillero se cría un Che Guevara. Aquí en Carora, como en muchas ciudades del país, existieron focos guerrilleros que causaron cierta preocupación a las autoridades policiales y militares del estado.  Estas células guerrilleras operaban de acuerdo a ciertas prácticas y esquemas organizativos que habían diseñado los bolcheviques  rusos  allá  por  la  primera  década  del  siglo  XX. 

    Los hechos que quizás más recuerdan los viejos son las escaramuzar policiales, las detenciones de algunos activistas  y la explosión de varios artefactos explosivos.
  
         El 19 de noviembre de 1963, en las inmediaciones de Radio Carora estalló una pequeña bomba, de escaso poder destructivo, fabricada en casa de los Oropeza (de la Monagas) o en la “concha” de la calle Contreras. La orden de poner ese artefacto vino de la jefatura de la Unidad Táctica de Combate  acantonada en Carora. Aún no sabemos quien fue el “autor material” del hecho; pues los comunistas, al igual que los Templarios, tienen una gran habilidad para esconder los secretos. Los camaradas con las “bolas puestas” para poner nicles o bombas y realizar otras actividades riesgosas eran Man Oropeza, William Torbello El Catalejo; Juan Bautista  Rojas, El Mono Blanco;  Nenel Ferrer, Sicso Torbello, Martín Crespo, entre otros.
    Tal atentado tenía por objeto amedrentar a los dueños de Radio Carora para que se abstuvieran de radiar una propaganda del Gobierno de Rómulo Betancourt en contra del Frente de Liberación Nacional.  Por suerte no hubo pérdidas humanas ni heridos ni daños materiales de importancia.

      Un año después, a eso de las nueve y media de la mañana del 02 de Diciembre de 1964 estalló una bomba sonora en un baño del Liceo Egidio Montesinos. Según un colaborador de los guerrilleros que prefirió el anonimato este artefacto lo colocó Tita El Mono Blanco. Con ello se quería llamar de la problemática con unos profesores reaccionarios en torno a los horarios de clases. Otra versión sostiene que tal “atentado” formaba parte de la política general de agitación del movimiento guerrillero.  La onda expansiva de esa bomba fue tan grande que su efecto se hizo sentir en el taller de El Paraguito en la calle Contreras. Allí resultó herido un mecánico que por casualidad se encontraba de bajo de una señorita mecánica a la cual se le activó el mecanismo de elevación y calló sobre la cabeza del mecánico el cual fue ingresado luego al Hospital San Antonio.

         Entre 1963 y 1964 estallaron media docena de artefactos; unos de mayor impacto que otros.  Por aquellos años estalló un niple en la esquina de la Avenida 14 de Febrero con calle Contreras. Se le atribuye a Tita El Mono Blanco. Con ello se perseguía crear zozobra y agitación política, desmoralizar a las fuerzas del orden.

        En una tarde de 1965 se hizo estallar otra bomba  muy cerca del Cine Salamanca. Aquello, a pesar de no haber causado muerte alguna, causó gran consternación.  Otro artefacto explotó muy cerca de la Iglesia San Juan Bautista. Una bomba que no estalló (por que no era tal bomba) fue la que apareció en las inmediaciones de la Iglesia Coromoto. Alguien, posiblemente un jodedor, colocó una caja de zapatos de la cual salían unos cables de intensos colores. En medio de aquel ambiente de agitación general mucha gente creyó se trataba de una artefacto explosivo. Hubo que esperar la presencia de los agentes anti explosivos de la DIGEPOL para recuperar la muy volátil calma de los vecinos.

         Los miembros de la Unidad Táctica de Combate   de El Torrellas solían reunirse en un solar que otrora había en la calle Monagas entre la Avenida Torrellas y Calle Las Brisas. Este espacio daba la oportunidad de huir por más de una vía.  La “concha” permanente estaba localizada en un sitio con nombre muy adecuada a la ocasión: “Válgame Dios”, las serranías más allá de San Agustín.

       Algunos activistas fueron detenidos y torturados en los calabozos “tigritos” en los campamentos del Teatro de Operaciones que funcionaba en las montañas de El Tocuyo. De eso ni hablan…

       Por esas cosas  crueles que tiene la vida; cuando ya el país entero comenzaba a transitar el proceso de la Pacificación adelantada por el Gobierno socialcristiano del Dr. Rafael Caldera, cayeron presos y luego torturados por la DIGEPOL, el nicaragüense Carlos Raúl Irías, Alias El Nica; Marcos Mendéz y el dirigente campesino Agustín Álvarez.  Fueron detenidos por el escuadrón anti insurgencia Nº 4 y trasladados en un helicóptero de las Fuerzas Armadas (desde donde amenazaban con dejarlos caer) hasta la cárcel de Maracaibo. Pagaron condena por 18 meses.  Muchos de aquellos camaradas que sufrieron cárceles por defender la causa comunistas hoy está, en la acera del frente respecto al actual proceso liderizado por el Presidente Comandante Chávez. Algunos torrelleros logran conseguir un hilo de continuidad entre los ex miembros de las Unidad Táctica de Combate y la banda de Los Traca Traca. Ambos grupos compartían ciertas técnicas, el espíritu escurridizo y conocimientos para activar o desactivar mecanismos de seguridad.

    Años más tarde cuando el país ya estaba pacificado y se negocia la incorporación de los themocéfalos (Betancourt dixix) a la vida civil, alrededor de 1975, y  cuando muchos ex guerrilleros ahora trabajaban en el INCIBA;  dentro del marco de la semana aniversario del MIR, se celebró un concurso de Poesía. Dentro de la categoría Poesía Revolucionaria participó un “poeta” caroreño vinculado a la lucha revolucionaria, Pedro Miguel Bastardo. Este bardo escribió y leyó un poema: “Bartolito hizo una bomba, y Era del MIR; y no la pudo lanzar, Porque se tenía que ir”. ¡Que rebolilla tiene ese poetilla exclamaba un querido amigo del MIR, hoy tributario de la tierra. ¡ Aquello era el  más descarado abuso del versolibrismo que había llegado a su máxima expresión con el camarada Ricardo Elecier Neptalí Reyes Basoalto¡.

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